BALADA DE LO INEXISTENTE
Podría intentar decirte
con el sonido de mi teclado
cómo Baasima murió de lepra
sin llegar nunca a la frontera
o cómo el armenio Meroujan
bajo un revoloteo de medias lunas
sintió desvanecerse el aire de sus ojos
arrojado a una fosa común;
Charlee, que se mudó a Brisbane
en busca de un mundo mejor,
termina el viaje
en la boca de un caimán,
o Aurelio, llamado Bruna
que, tras ocho meses en el hospital
murió de sida contraído
tras una pelea en una carretera de circunvalación.
Nadie recordará a Yehoudith,
sus labios rojo carmín,
borrados por beber venenos tóxicos
en un campo de exterminio,
ni a Eerikki, con su barba roja,
derrotado por la turbulencia de las olas,
que duerme, arrasado por las orcas,
en el fondo de algún mar;
la cabeza de Sandrine, duquesa
de Borgoña oyó el rumor de la fiesta
al caer de la cuchilla de una guillotina
en una cesta
y Daisuke, samurái moderno,
contó las revoluciones del motor de un avión
gesto kamikaze en un harakiri.
Podría seguir y seguir
en el calor sofocante de una noche de verano
cómo Iris y Anthia, niños espartanos deformes
fueron abandonados,
o cómo Deendayal murió de privaciones
atribuible al único crimen
de vivir la vida de un marginado
sin haberse rebelado nunca;
Ituha, una niña india,
amenazada con un cuchillo,
que acaba bailando con un Manitú
en la antesala de un burdel
y Lutero, nacido en Lancashire
liberado de la profesión de mendigo
y obligado a morir por Su Majestad Británica
en las minas de carbón.
¿Quién recordará a Itzayana
y a su familia masacrados
en un pueblo de las afueras de México
por el ejército de Carranza en retirada,
y qué de Idris, el rebelde africano,
aturdido por los golpes y las quemaduras
mientras indomable por la dominación colonial,
intentó robar un camión de municiones;
Shahdi voló alto en el cielo
por encima de las astas de la Revolución Verde,
aterrizó en Teherán con las alas destrozadas
por un cañonazo,
y Tikhomir, un albañil checheno,
desplomado ante rostros indiferentes
en el tejado del Mausoleo de Lenin,
sin comentarios.
De objetos de la narración
fracturados en fragmentos de inexistencia
que transmiten sonidos lejanos
de resistencia.